La noche en Avellaneda, que debía ser de fútbol, terminó siendo un escenario de violencia que recorrió el mundo. Lo que pasó en el duelo entre Independiente y Universidad de Chile por la Copa Sudamericana dejó en evidencia que, cuando el juego deriva en linchamientos o cacerías humanas, hay algo más profundo en juego. Para Diego Murzi, doctor en Ciencias Sociales y especialista en Estudios Sociales del Deporte, lo ocurrido refleja viejas lógicas del fútbol que todavía hoy siguen vigentes.

“En el fútbol existe una lógica histórica, más tribal, vinculada a la defensa del territorio propio”, explicó Murzi. Esa narrativa, marcada en canciones y en la cultura de las hinchadas, fue la que, según él, se vio en Avellaneda. “Una hinchada muy desafiante como la de la U de Chile llegó, rompió baños, tiró proyectiles y ocupó lugares indebidos. Eso disparó todo”, agregó.

Murzi remarca que las escenas recordaron a las décadas del aguante más tradicional. “Son lógicas muy propias de los años 80 y 90, de las que nos habíamos desacostumbrado. En la Primera División argentina hace 12 años que no hay visitantes, y muchos más en el ascenso. Con lo cual, la idea de que una hinchada camine el barrio rival o aparezca en territorio ajeno había desaparecido un poco”, señaló.

El especialista recordó que, en cambio, los visitantes siempre estuvieron presentes en copas internacionales, aunque con números reducidos. Aun así, los enfrentamientos entre hinchas argentinos y brasileños o, como en este caso, argentinos y chilenos, vienen en aumento.

SALVAJISMO. Los disturbios derivaron en escenas de golpes sangrientas dentro del estadio.

Más allá de la violencia puntual, Murzi apuntó al trasfondo cultural que construyeron las políticas prohibitivas en Argentina. “Tenemos generaciones de hinchas que nunca vieron visitantes en un estadio. Esa prohibición reforzó la idea de que el otro no puede estar en tu cancha, que es ilegítimo”, dijo.

Para ilustrarlo, recordó el caso de Emanuel Balbo, el joven que murió en 2017 tras ser arrojado desde una tribuna en Córdoba, acusado falsamente de ser hincha de Talleres en medio de la parcialidad de Belgrano. “Ese hecho muestra cómo se legitima castigar a alguien solo por estar en un lugar indebido”, manifestó.

Según Murzi, esa misma lógica operó anoche en Avellaneda. Aunque reconoció que hubo un ataque inicial de los hinchas de la U, el desenlace mostró otra faceta. “Cuando la barra local entró después y agredió a los que estaban ahí, que seguramente no eran los más violentos, lo que hubo fue un acto de venganza”, manifestó.

La gran pregunta que vuelve tras episodios como el del miércoles es si el fútbol argentino puede convivir con la vuelta del público visitante en torneos locales. Para Murzi, la respuesta no debería ser negativa. “Yo estoy a favor de que haya dos públicos. Claramente será más conflictivo, pero no se puede naturalizar la idea de que siempre haya una sola hinchada. Sería una locura”, afirmó.

El sociólogo valoró las experiencias recientes en Copa Argentina y las pruebas piloto en torneos locales, donde no hubo mayores incidentes. “Han sido pacíficas. Lo que pasó ahora no debería reforzar la hipótesis de que no se puede jugar con dos hinchadas”, opinó.

DESCONTROL. La suspensión del partido dejó imágenes de caos dentro y fuera del estadio.

Otro de los puntos que dejó en evidencia la tragedia de Avellaneda es el rol de los clubes y el Estado en la organización de la seguridad. “El principal responsable es siempre el club que organiza el partido, en este caso Independiente. Pero en Argentina, históricamente, los clubes se desligaron y dejaron la carga al Estado”, remarcó.

Esa precariedad, dijo Murzi, revela la falta de profesionalización en los clubes, que no cuentan con especialistas en seguridad y que improvisan sobre la marcha. Aun así, destacó los avances de los últimos años en las agencias de seguridad deportiva. “Hoy el fútbol argentino es más pacífico que hace una década, pero todavía falta mucho trabajo para seguir profesionalizando esos espacios”, concluyó.

Lo ocurrido en Avellaneda no puede leerse como un episodio aislado ni como un simple exceso de hinchas. Refleja una tensión de fondo que atraviesa al fútbol sudamericano: cómo un juego que nació para unir termina por exponer fracturas sociales, culturales y políticas que todavía no encuentran resolución. La violencia en las tribunas, más allá de sanciones y operativos, sigue siendo un espejo incómodo de la forma en que convivimos (o no) en el espacio público.